LA CONSERVACIÓN DEL OLENTZERO EN ALGUNOS PUEBLOS HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XX.

Lesaka, uno de los pueblos donde más perduró el Olentzero, es un caso paradigmático de pueblo altamente resistente a favor del mantenimiento de las manifestaciones populares propias. La capacidad de resistencia de los lesakarras queda acreditada con el caso de la fiesta de reyes moros y cristianos del día de San Juan, de carácter claramente orgiástico.

Los etnógrafos vascos del primer tercio del siglo XX (Azkue, Aita Donosti y Barandiarán) indicaron que el área de difusión del Olentzero en aquella época se correspondía con el este de Gipuzkoa y con el noroeste de Nafarroa (aunque aquí no existía ya en valles como Bertizarana, Baztán o Malda Erreka). No obstante, el que las costumbres no se hubieran conservado en algunos sitios no significa que no hubieran estado vivas antes de mediados del siglo XIX, época a la que podía remontarse como máximo la memoria de las personas entrevistadas por aquellos folkloristas. Es ciertamente posible que, habiendo existido anteriormente, desaparecieran en el curso de la Edad Moderna. Como han apuntado diversos autores al analizar la cultura popular en el largo plazo, es preciso contemplar las consecuencias uniformizadoras de la reforma católica sobre las clases populares, reforma que contó con la ayuda del poder civil y que trajo consigo la puesta en marcha de un proceso de “confesionalización” y de “disciplinamiento social”.

A lo largo de dicho proceso, la Iglesia Católica impulsó la modificación de la cultura y de la religiosidad popular, hacia 1500 cristianizadas sólo superficialmente y que seguían ancladas bajo parámetros relacionados con el pensamiento mágico. Realidades tan cotidianas y tan presentes entonces como la muerte, la enfermedad, las hambrunas, etc., solían ser percibidas como resultado de la acción de fuerzas sobrenaturales a las que había que aplacar mediante ritos y ceremonias. Por otra parte, las expresiones culturales populares se caracterizaban por ser festivas, cómicas, grotescas, obscenas, carnavalescas y comunitarias. Una cultura, en suma, con una tendencia elevada a interesarse por la comida, la bebida y los goces y placeres eróticos, quizás para escaparse de una durísima realidad.

El proceso impulsado por la Iglesia Católica y el poder civil tras Trento se caracterizó por la combinación de estrategias puramente represoras con otros métodos más sutiles y aculturantes en los que las autoridades ofrecían alternativas de sustitución a las prácticas que se trataban de abolir, más acordes con la ortodoxia que se intentaba implantar.

Aunque no tenga que ver inicialmente con Olentzero, es conveniente, a la hora de considerar dónde ha perdurado y dónde no, no olvidar que en el noroeste navarro las manifestaciones culturales tuvieron que soportar una fuerte presión al socaire de las ideas del Concilio de Trento, presión superior incluso a la media porque, según diversos indicios, la sociedad de esta zona estaba en determinadas pautas sociales y culturales esenciales muy alejada de las normas que marcaría la ortodoxia.

Así por ejemplo, las tasas de hijos ilegítimos eran en la primera mitad del siglo XVII, al igual que en Gipuzkoa y en Bizkaia, de las más altas de Europa.  Esos altos porcentajes de hijos ilegítimos se debían a que algunas personas “se juntaban, cohabitaban y tenían tratos de la misma suerte que si estuvieran casados” por efecto de lo que se llamaba de lo que se llamaba el matrimonio de promesa o de futuro.

Asimismo, los procesos de brujería del siglo XVI y del siglo XVII, que en esta zona fueron vividos con una intensidad rayana en el paroxismo colectivo, habrían tenido una influencia altamente coercitiva en la persistencia o de las manifestaciones culturales o religiosas populares por cuanto habrían inculcado en la gente el miedo a ser denunciado.

A la par de las presiones en contra desencadenadas por la Iglesia y el poder civil, también habrá que tener en cuenta la capacidad de resistencia de los pueblos para defender aquellas manifestaciones, capacidad que podía ser variable. En este sentido, Lesaka, uno de los pueblos donde más perduró el Olentzero, es un caso paradigmático de pueblo altamente resistente a favor del mantenimiento de las manifestaciones populares propias. La capacidad de resistencia de los lesakarras queda acreditada con el caso de la fiesta de reyes moros y cristianos del día de San Juan, de carácter claramente orgiástico.

Contra esa fiesta se registraron dos intentos de modificación. El primero, de 1597, motivó la suspensión temporal por orden del obispado. El segundo, de 1737, tuvo que ver con las exhortaciones del jesuita Mendiburu, un famoso predicador, para su supresión total, y chocó con las protestas de los jóvenes, provocando la mediación del Real Consejo que ordenó la estilización de la fiesta, eliminando sus aspectos más báquicos. Finalmente, no sabemos cuándo, la fiesta desapareció, eliminándose esos elementos recortados y perviviendo solamente algunas de sus huellas en algunos ritos que se mantuvieron el propio día de San Juan y en algún baile que continúa realizándose en las fiestas de San Fermín.

Por FERNANDO MIKELARENA – HISTORIADOR